La sonrisa de Dani imperaba en su rostro. El Xerez DFC,
equipo de Segunda Provincial, golea al Federico Mayo B ante más de 3.000
espectadores en el Municipal de Chapín y Dawiah cumple su sueño, jugar al
fútbol y debutando con el equipo jerezano.
Un sueño anhelado por muchos de su triste condición, de
aquellos que se juegan la vida para escapar de la pobreza del continente negro
ante la ilusión de una vida mejor. Un sueño que no ha sido más que el premio a
la constancia.
Daniel Dawiah cumplirá pronto 20 años, pero desde hace siete
vive en una casa de acogida tras haber vivido una auténtica aventura. La de
escapar de la pobreza y la escasez de recurso que sufría en Accra, Ghana, para
tener un porvenir mejor en España, en Jerez. Llegó a España muy joven, con
apenas 13 años, y tuvo que vivir en un piso de acogida tras dar el salto del
Tercer al Primer Mundo en patera, jugándose la vida en las furibundas aguas del
Estrecho de Gibraltar. Como muchos, Dani buscó la integración a través del
deporte, a través del fútbol, y lo hizo en el humilde barrio del Polígono de
San Benito, donde estuvo jugando en las categorías inferiores.
“Estaba jugando con el San Benito, pero me enteré por mis compañeros de las pruebas que estaba haciendo el Xerez y me vine”, comenta el joven futbolista ghanés, que se muestra ilusionado cada día, cada momento que se enfunda la ropa de entrenamiento del conjunto azulino. Y es que Dani llegaba de jugar en condiciones totalmente opuestas a las que ahora disfruta, “en campos de tierra, sin ficha ni nada, y es muy diferente ya que allí no hay equipos como hay aquí. Jugaba con amigos en el barrio, jugando en la calle, con campos de tierra, pero nada que ver con lo que hay aquí, con el césped“.
“Se presentó al casting y nos llamó la atención al ser el
único negrito que aparece en las pruebas, pero tenía sus cosas buenas, era muy
rápido, tocaba rápido y hacía cositas interesantes, por lo que nos llamó la
atención”. El que habla es Carlos Orúe, veterano entrenador de fútbol que ha
vuelto a dirigir un equipo en su tierra. Orúe, con pasado en equipos de Segunda
y Segunda División B, recuerda aquella tarde de verano en la que, entre tantos
chavales de la zona, ansiosos de formar parte de la primera plantilla de la
historia del Xerez DFC, llegó Dani: “Pasó la prueba, estuvo entrenando con
nosotros, pero cuando ya íbamos eligiendo, al llegar a él, le hablamos de
cederlo a otro equipo para que jugase, pero no quería, su ilusión era de
quedarse en el Xerez”.
Y es que el sueño cumplido de Dani ha sido el premio de la constancia del que lucha por lo que quiere, posiblemente al valorar como nadie aquellas cosas que algunos ni tan siquiera percibimos al determinarla como normales. Dani hizo oídos sordos y, lejos de arrojar la toalla, decidió seguir, entrenar, no faltar a ninguna cita con el balón y esforzarse al máximo. Y todo, sabiendo que no iba a jugar el domingo. “A mí me gustaba entrenar, a pesar de no tener ficha, y por eso seguía aquí entrenando. Carlos (Orúe) me dijo que me podía quedar entrenando hasta que demostrara que podía jugar. Él me ha visto este tiempo en el que he seguido entrenando porque para mí es como una escuela en la que estoy aprendiendo”, reconoce el futbolista africano, que no ha fallado a ningun entrenamiento.
Y es que el joven futbolista ghanés tenía en la cabeza una
sola idea, a pesar de los entrenamientos que empezaban a la luz del día y acababan con el sol
puesto, en pleno invierno. El sueño de Dani solo era jugar, jugar con la
camisola del Xerez DFC: “Tras las pruebas solo me quedé yo, todos se fueron a
otros equipos y me dijeron de irme, pero yo dije que no, ya que era un sueño
estar aquí en el Xerez”. Dawiah nunca perdió la esperanza, no le gustaba la
idea “de irme a otro equipo”. La razón, Carlos Orúe, su entrenador.
“La vida no le ha tratado muy bien”. Carlos Orúe se
sorprendió ante la constancia de un chaval que acudía cada día al anexo de
Chapín, solo por aprender. Por ello, Dani se llevó el premio y el Xerez le hizo
ficha. Dani ya podría jugar. “Entre los técnicos lo hablamos, todos lo teníamos
en mente, y fue cuando ya lo hablamos con la plantilla, que está encantada de
que Dani esté con nosotros”. La sorpresa fue mayúscula. “Era el día del
cumpleaños de Carlos (Orúe), él me dijo que fuera y allí me dijeron que ya
podía jugar. Fue una sorpresa porque no sabía que me iban a hacer ficha, yo iba
solo al cumpleaños… Lo primero que hice fue llamar a mi madre”.
Y así fue. El 30 de marzo Dani hizo su sueño realidad,
jugar. Fueron pocos minutos, pero la grada de Chapín se solidarizó con Dani,
con su historia, con su ansia de superación a pesar de todo. “He aguantado como
he podido”, reconocía sonriente el africano -la sonrisa nunca la pierde-,
añadiendo que “me hubiera gustado haber marcado, he tenido la posibilidad pero
no ha podido ser. Estaba un poco
nervioso, pero creo que lo he aguantado bien. Había mucha gente y estaba
un poco nervioso, pero he intentado hacerlo lo mejor posible”. Posiblemente el
resultado fue lo de menos para Dani, que no dejaba de reconocer que fue “muy
grande” jugar ante compañeros con dilatadas trayectorias profesionales como
Dani Pendín, Romerito o Edu Villegas.
El ghanés vive un día a día cargado de emociones y con una
meta, la de ser “futbolista profesional, y aquí puedo conseguirlo”. Dani cruzó
esas negras aguas que dividen el Golfo de Cádiz con el Mar de Alborán con solo
13 años y lo hizo para estudiar “y convertirme en futbolista”. De momento, el
sueño de Dani no ha hecho más que comenzar.
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