Enrique Gómez se erigió en Spencer, pionero del fútbol jerezano, y se
convirtió en el primer sevillano en debutar con la Selección Española
Givanildo Vieira
de Souza, Arthur Antunes, Anderson Luis de Souza, Manuel Francisco Dos Santos,
Ricardo Rogerio, Enrique Gómez o Enrique Gómez. En el mundo del fútbol hay
apelativos olvidados, figuras mundiales que decidieron dejar de lado el
protagonismo de su nombre y que pasearon por la pasarela de la fama
futbolística un alias, un seudónimo por el que se le recordará a pesar del paso
del temible tiempo. Cada uno con sus motivos, con sus razones, pero todos
olvidados.
Pelé recibió
este seudónimo debido a que jugaba sin zapatos, a pie pelado. A Ricardo Rogerio
todos los aficionados colchoneros de finales de los 80 lo recuerdan como
Alemao, debido a que, por su pelo rubio, parecía alemán ('alemao' en portugués),
Manuel Dos Santos es Garrincha, un ave fea, pero muy veloz. Un parecido que al
brasileño de los pies torcidos -tenía los pies girados hacia adentro- le
sacaron sus hermanos mayores a la hora de verlo correr.
Enrique Gómez es
uno de esos nombres olvidados. Trianero de la calle Betis, sevillano y
sevillista, Enrique nació en el ocaso del Siglo XIX, en 1898, y su carrera
futbolística fue tan meórica como fugaz. Hablar de Enrique Gómez Muñoz es
hablar de Spencer, y hablar de Spencer es hablar del pionero del balompié en
Jerez de la Frontera.
Thomas Spencer,
que no Enrique Gómez, fue un británico que expone lo que fue Jerez en el Siglo
XIX. La prolífica industria del vino atrajo a la ciudad a un buen número de
ciudadanos ingleses que decidieron instalarse allá donde estaba el negocio, y
el negocio era la uva. Esta nutrida colonia anglosajona instauró tradiciones y
aficiones, y entre ellas, cómo no, el deporte rey, el balompié. Sin embargo,
había que esperar a que llegara Thomas Spencer, británico de Gibraltar e hijo
de marino, en 1907 para que la semilla del balompié germinara del todo en
Jerez. En 1911 creó el primer equipo de fútbol de la ciudad, el Jerez Football
Club, que debutó en un partido contra el Cádiz FC, dentro de los actos de la
feria de primavera.
En 1911,
Spencer, es decir, Enrique Gómez, ni tan siquiera conocía la existencia de su
tocayo británico. En 1911, a sus 13 años el sevillano, de familia acomodada y
nada dada a trivialidades como el fútbol, o 'sport', ya había jugado en el
trianero equipo del Victoria FC y seguía creciendo en el Atlético Macarena. Más
tarde jugó en el Recreativo de Sevilla, el paso previo a su fichaje por el
Sevilla FC, con tan solo 15 años. Es aquí cuando desaparece Enrique y nace
Spencer.
La familia Gómez
Muñoz era acomodada, de una efímera clase alta de inicios de Siglo XX y con
valores enfundados en ese recién pasado Siglo XIX. El fútbol no era
precisamente una de las labores más propias de dicha clase, pero menos para
Enrique Gómez. El niño se convertía en hombre al llegar a Nervión, al Sevilla
de Ramón Sánchez Pizjuán, y todo, bajo la atenta mirada de su padre. Cuenta la
leyenda que el joven Enrique Gómez se preparaba para cursar la carrera de
Medicina, pero el balón y el césped le llamaba más la atención que el bisturí y
el quirófano. Fue entonces, en 1914, cuando Enrique Gómez desaparece de las
crónicas deportivas de la Sevilla de inicios de siglo y aparece Spencer. Y
todo, para que nadie supiera que el pequeño Enrique se estaba haciendo mayor a
golpe de balón.
A Thomas Spencer
se le recordará como el pionero del fútbol de Jerez, casi su padre. Al Spencer
sevillano se le recuerda por ser el padre de esa escuela sevillana de fútbol,
vistosa, de regate y toque rápido, más cerca del fútbol sala que del deporte
rey. También los relatos de la época, pocos debido a la poca trascendencia que
el fútbol originaba en la prensa de por aquel entonces, mencionan a Spencer
como el creador de la chilena, pero solo son viejos rumores poco contrastados.
Lo que está
claro es que Enrique -su nombre futbolístico hasta que comenzara a jugar en el
Sevilla FC- tomó prestado el nombre de ese gibraltareño que estaba haciendo
historia en Jerez. El origen no está del todo claro. Como en toda historia, hay
varias versiones. Una relata que fue por su porte y por su tez blanca por lo
que sus propios compañeros de equipo comenzaron a llamarle como al jugador del
Jerez FC, que por aquella época destacaba en las alineaciones titulares por su
concepto de extranjero, algo, por contra, muy habitual en equipos de Jerez y
Huelva. Otra versión bien distinta relata que fue el propio jugador el que,
tras leer una crónica, pensó que ese apelativo, que ya le acompañaría hasta la
tumba, serviría para despistar a su padre, disconforme con la afición de su hijo
por el fútbol.
Desde 1914 y
hasta 1926, con la excepción de una temporada en la que jugó en Oviedo al
prestar allí el servicio militar, Spencer fue un jugador determinante para el
Sevilla FC, formando parte importante de la conocida 'Línea del miedo' con Escobar,
Spencer, Kinké, León y Brand. Fruto de ese juego brillante, Spencer logra su
mayor éxito de su carrera en la clandestinidad. Spencer fue convocado por la
selección española de fútbol.
Fue en casa, en
el campo de fútbol de la sevillana avenida
de la Reina Victoria, el primer 'Camp de Sport' del Sevilla inaugurado
pocos años antes, un 16 de diciembre de 1923 en un encuentro disputado entre
España y Portugal que acabó con victoria del combinado nacional ante el luso.
Ese día, Spencer hizo historia y se convirtió en el primer jugador de fútbol
sevillano en lucir la elástica nacional, pero su carrera, que ya dejó de estar
en la clandestinidad, iba a sufrir un duro revés. Con solo 28 años, y tras ser
sometido a una operación de apendicitis, Enrique Gómez fallece fruto de la
intervención. Ese mismo día, sus compañeros jugaban un partido de Copa del Rey
ante el Real Madrid.
El fallecimiento
de Enrique Gómez ascendió a Spencer a la categoría de ídolo. Su temprana e
inesperada muerte llevó al club de Nervión a organizar un partido benéfico para
recoger fondos para la madre del jugador del Sevilla -en 1926 el padre de
Spencer ya había fallecido- al que se llamó la Copa Spencer y que enfrentó a
los dos eternos rivales de la ciudad, Sevilla y Betis. Solo se disputó una vez,
pero la copa sigue teniendo su sitio fundamental en las vitrinas del Benito
Villamarín.
Enrique Gómez es uno de esos nombres olvidades, su
seudónimo se llevó toda la fama, pero su figura sigue presente en cada rincón
del Sánchez Pizjuán y del fútbol sevillano en general. Desde el año pasado el
coliseo del sevillano barrio de Nervión alberga un mausuleo en homenaje a
Spencer. Pero antes de cruzar las puertas del estadio sevillano, en el mural
que preside la puerta de Tribuna, se pueden observar dos letras, H y S. Esa S
es Spencer, esa S es Enrique Gómez, un nombre olvidado.
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